Primero el qué y el cómo. Luego actúa.
Un directivo debe ser capaz de conseguir que su empresa llegue a ser lo que desee que ésta sea. Y eso no es fácil. Siempre queremos más, algo nuevo, ser mejores y diferentes.
Y eso marca la necesidad de evolucionar, es positivo. Ahora bien, el abordaje no siempre lo es. Los objetivos y directrices a corto nos condicionan. Incluso en ocasiones, percibimos incoherencias entre lo que anhelamos a “largo” y lo que vivimos a “corto”. Y eso nos hace daño.
¿Cómo ser lo que yo quiero ser?
No hay fórmulas mágicas y sí mucho por hacer. Hay acciones concretas, ya exploradas por algunos, que están dando buenos resultados. Los hay que ya están huyendo de la variable precio y del concepto de producto creando sus propios espacios de diferenciación. Vamos a ver qué están haciendo para conseguirlo.
En muchas compañías hay una distancia abismal entre lo que está en la cabeza del Director General y el día a día del resto de profesionales. Nadie cambia porque le se lo digan. Necesitamos que nos apetezca y no nos suele apetecer lo que no entendemos, conocemos, ni sabemos hacer. Y sin embargo las empresas, los directivos, los mandos explicamos poco. Implantamos a “powerpoint” limpio. Así es difícil. Las cosas podrán salir adelante pero las personas no demostrarán ilusión, determinación, convicción ni pasión. Ser lo que uno quiere ser sin un “alma poderosa” que lo impulse será difícil. Que todos sepamos a qué jugamos como compañía es el primer paso para poder avanzar con fuerza en una misma dirección.
Es evidente que el mundo cambia con rapidez, ahora bien, hay empresas que están siendo capaces de desarrollar un “radar” que capta las nuevas tendencias, los nuevos hábitos de consumo y las novedades que serán la realidad del mañana. Ante esos nuevos “usos y costumbres” es habitual que haya compañías que miren “hacia otro lado”. “Eso a mi no me afecta, no va conmigo”, decimos en ocasiones. Sin embargo, ante esta misma circunstancia, hay quienes tiene la habilidad y el coraje precisos para dar un salto y aprovechar las nuevas tendencias como fuente de innovación, riqueza y desarrollo. ¿Qué tipo de empresa soy yo? ¿De las que mira para otro lado o de las que aprovechan lo que ya está ocurriendo en mi beneficio?
Las empresas cambiamos constantemente. Pasamos de un modelo centralizado a otro descentralizado, creamos una nueva área de negocio y cerramos otra. Y tras hacer todos esos cambios entonces sí, acudimos al cliente y le decimos “¿A que te chifla? Lo he hecho pensando en ti”. Ojala hiciéramos el proceso inverso. Algunos ya están en ello. Hay empresas que analizan todo el ciclo de vida del cliente comprendiendo qué siente, qué valora, qué le satisface, qué anhela … utilizando toda esta información para cambiar internamente. Cambian desde el cliente y para el cliente.
Aquellas empresas que conocen perfectamente a qué juegan como compañía (cultura, trayectoria, fortalezas…), que están sabiendo detectar hacia donde va el mundo (nuevos hábitos y tendencias) y que tienen perfectamente incorporada la visión del cliente (experiencia de cliente), son capaces de buscar espacios de diferenciación; de presentar una oferta diferencial que les permita escaparse de la trampa del “commodity”, del producto y del precio.
¿Deseas conseguir que tu empresa sea lo que tú quieres que sea? ¿Quieres crear tu propio espacio? Eres afortunado entonces. Si tienes voluntad por llevarlo a cabo todo está en tu mano. Si tú quieres y pones los medios, podrás. Si el destino es apasionante el camino no lo es menos. Disfrútalo.
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